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Por Andrés Segovia (@ReporteroAndres)
Valera.- Jhoan Rossell Acosta, ha adquirido un don, aprendió a observar. No es algo que se logre fácil, pero ha hecho un trabajo consistente por desarrollarlo con tal agudeza que muy posiblemente su mirada de escáner ya surja inconscientemente.
Es un hombre alto, de cabello muy corto -casi al ras- y esbeltez juvenil rumbo a sus 41. Hasta en su atuendo de adulto contemporáneo balancea con éxito el contraste entre su serenidad empática y la necesidad de llamar la atención con arte o directamente en protesta. Reúne los elementos de sus experiencias en una imagen personal coherente, conoce el valor de las formas.
Es escuqueño porque como muchos marabinos, sus padres se mudaron enamorados del pueblo de Escuque (nombre derivado del cuica Skukey que significa “tierra de nubes”).
Con absoluto arraigo, Jhoan, se ha hecho un nombre propio en toda la región con facetas que van desde el diseño publicitario hasta el couching nutricional. Mas su constante ha sido sumarse a numerosas causas que han adquirido cariz de apostolado.
En 2015 se estableció en Chile, pero retornó hace unos tres años para cuidar de su esposa y suegra convaleciente. En ese momento hizo la Fundación Una Vaca por mi gente que lleva alimentos dos veces por meses a comunidades escuqueñas. Esa fue una idea que viajó desde aquel país que lo “transformó por completo”.
Ser un emigrante venezolano promedio lo llevó a trabajar de "temporero" (obrero) en los viñedos de Casablanca en la Quinta Región. Este creador audiovisual fue uno más entre “tantas personas que trabajan arduamente, de sol a sol para conseguir su sustento y que reciben a cambio una paga que, si acaso sustenta su día”. La experiencia “fue una bendición vivirla y conectar cada acción con mi país y tantas personas que pasaban por una situación peor”.
Reacción, acción y empatía
Al consultársele sobre cómo se proyecta a futuro, solo contesta que espera llevar su “labor y servicio a todo aquel que lo requiera, para ayudar” y al preguntársele sobre sus acciones pasadas, las respuestas son prácticamente lo mismo, pero en pretérito. La vida lo lleva por un largo camino hacia los demás.
Estudió en un liceo de Valera y muy noventosamente definió su pasión por la música conformando una banda de rock protesta llamada Zoociedad Viciosa. Allí fue baterista y compositor sobre malestares aún vigentes. “Una canción que tocábamos mucho por allá en 1996 se llamaba ¡Qué vida! y decía: ‘sigue subiendo la gasolina y ellos tranquilos se bañan en su tina’, [esto] pasa ahora”, detalla.
La música no solo lo hizo contestatario, también lo hizo proactivo. Él ve allí el origen de “ese instinto rebelde contra el sistema populista” al que se enfrenta hondamente hasta en la política. En 2003 trabajó con la ONG Súmate, dando cara a las numerosas artimañas para aplazar el revocatorio a Hugo Chávez, mientras trabajaba en los primeros canales de televisión del estado Trujillo, aprendiendo, según dice, “a observar la manera como se mueve el régimen detrás del telón populista, sus estrategias mediáticas, su narrativa, su engaño y a la par, la devastación de nuestra sociedad”.
Protestar y atender necesidades inmediatas no le era suficiente. Debía existir una transformación estructural a largo plazo y la política es -guste o no- el ámbito por excelencia para ello. “Podemos ver a la sociedad como entes auto gestionables que, solucionando sus problemas, también pueden solucionar los nacionales”, asegura. Así se inmiscuyó a trabajar más en política, acompañó a Voluntad Popular desde 2009 hasta 2019, cuando por rebeldía radical para un cambio abandonó a la oposición tradicional y se integró a Vente Venezuela, asumiéndose liberal libertario.
En su filosofía la libertad individual amerita empatía, una que ejemplariza como fomento junto su esposa y con la vista puesta en su hija de Ariadna Cristina de dos años. Sus luchas continúan para confrontar, como dice su tema Creo y no (2012) a la “desgracia y repudio a la gente consciente”.
http://www.diarioeltiempo.com.ve/noticias/jhoan-rossell-y-la-lucha-con-consciencia
Actividad en el marco del Diplomado Historias Que Laten.
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Por Andrés Segovia
Valera (25/03/2021). – Aún se percibe un aire a los ochenta tardíos, una restauración hace seis años ha mantenido la magra esencia arquitectónica cuadriculada y de colores vivos de la entrada a uno de los espacios de socialización indiscutibles para los valeranos de varias generaciones -especialmente para aquellos de los 70, 80 y 90- El Teatro Avenida.
Ese era el nombre comercial con el cual la Escuela Técnica Salesiana “Santo Tomás de Aquino” pudo usufructuar, por medio de un arrendamiento, un formidable auditorio capaz de acoger dos centenares de personas e innumerables anécdotas.
A diferencia de su fachada exterior de ladrillos naranja, su interior es obscuridad encapsulada con un silencio rotundo capaz de sobrecoger con un cambio atmosférico radical. El impactante tránsito desde un pequeño compartimiento colorido hasta la magnánima solemnidad de una sala que aún hoy tiene alma de cine.
Un cine que “siempre estuvo allí”, dicen varios consultados -ya rumbo a sus cincuenta años muchos de ellos- para quienes el sitio era una pieza de urbanidad tan insoslayable como una plaza o una iglesia.
En aquellos recuerdos la vida luce rica siendo sencilla. Un portero apodado Kool aid bajó a trabajar desde el cerro Caja de Agua por décadas para criar sus hijos morochos y la familia Romero se las arreglaba para regentar desde la boletería hasta la pantalla siendo, usualmente, solo unos cuatro trabajadores.
El público no tenía problemas en hacer fila a un costado del estacionamiento cerrado para entrar, ya que en comparación con Cinelandia, el Cine Valera o, el también icónico, Teatro Libertad; era un sitio muy seguro para ubicarse y los estrenos eran sus pruebas de fuego.
“Las funciones entre semana tenían llenos totales, pero muchos estrenos de artistas grandes eran increíbles”, recuerda vívidamente, Yordán Fernández, quien creció como vecino del cine. “Cuando Kevin Costner hizo Robin Hood (1991) yo fui a la primera función para después echarle el cuento a los del liceo y molestarlos” dice risueño.
Otro asiduo cliente, Pablo Sánchez, dice que llegó a ver tres veces Fiebre de sábado por la noche (1977) solo para salir los domingos con amigos y muchachas. Rememora entre carcajadas como “cuando salió Rocky (1976), salió un poco de gente ¡echando coñazos en el estacionamiento!”.
Cada valerano asocia al Teatro Avenida con “cuando salió” esta o aquella película, evocando con la satisfacción de quien ha sido también parte del film. Protagonizando cada quien relatos alternos en los cuales Flashdance (1983) les inspiró coreografías o Steven Spielberg los hizo gritar con Tiburón (1975) en la primera visita al cine.
“Puedo decir que allí me formé como amante del cine”, cuenta el periodista Julio Urdaneta, quien ya a miles de kilómetros al norte y habiendo conocido muchas más salas, aún da mérito a la experiencia estética de aquella ventana a lo universal abierta desde tiempos en los cuales ni el Betamax existía.
Este edificio de características muy distintas a las de sus vecinos, era un centro del espíritu de cuerpo de una comunidad que desapareció con él, mientras también era un templo para la introspección desde la butaca.
Cerrada con la llegada del milenio y el arribo del multisalas Cinex, ningún consultado osó quejarse de esta sala. El cambio fue repentino para algunos, aunque se aceptó el avance. Mas en los campos de la nostalgia el progreso no es paliativo y menos para las añejas alegrías.
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Valera, Trujillo. – Normalmente la definición popularizada de una Dictadura nos evoca al mando único de un hombre o un pequeño grupo que toma un Estado a sus anchas sin limitaciones, presentándonos figuras avasallantes, tanto para la admiración de los filotiránicos como parálisis del común de las personas.
Sin entrar al debate culto sobre el término, la prefiguración dada por una definición generalista y vaga construye todo un imaginario entorno ese tipo de mandamases. Les crea un halo o marco que los presenta y tipifica como fuertes sin necesidad de apuntar una sola bayoneta contra nadie. Es decir, la concepción generalista, precede al accionar.
¿Pero qué tan cierta puede ser aquella percepción de ellos? Eso depende del régimen instaurado, pero lo certero es que sus límites existen y no son solo los físicos o sobrenaturales como nos prefieren hacer creer.
Cada autocracia – para englobar a los regímenes despóticos y tiránicos- busca guarecerse en sí mismas, estar en una coraza, mas ello no implica imbatibilidad. Comprendiendo esto se puede iniciar el camino para comprender en qué se basa y hasta dónde llegan los límites de su solidez aparente.
Ver esto implica, por parte del especialista y el ciudadano, prestar atención con un afilado enfoque crítico para conocer las dinámicas de esa autocracia y sus relaciones del poder. Unas que normalmente son tácitas, pero que nos muestran estructuras visibles que nos señalan sus particularidades y sus inevitables flaquezas.
Ese es un tipo de perspectiva que no asumen quienes exhiben a la política como una serie de ejercicios deterministas. Tal como ciertos entusiastas del cuantitativismo que, en el caso de Venezuela, han presentado cruces de datos comparativos de 100 casos de transiciones a la democracia, de los cuales 59 se dieron gracias a negociaciones. Todo expuesto para justificar el retorno a oficios funestos de estabilización del régimen socialista por vía de constantes “diálogos”. Reduciendo las particularidades del caso venezolano y encasillándolo en una especie de estándar global.
Cada régimen autocrático cuenta con particularidades que lo cimientan en sus contextos, defiendo sus acciones y pautas. ¿Cómo comparar a la junta militar chilena, encabezada por Pinochet, erigida en una draconiana institucionalidad militar con el desmantelamiento de la institucionalidad militar venezolana para mezclarla por grupos criminales de todo pelo?
¿Cómo comparar a los miembros del régimen Franquista en su ocaso, haciendo contactos (con Suarez, Gonzales, entre otros) en vísperas de la muerte natural de su caudillo, con una compleja maraña de correlaciones de fuerzas que -sin aceptar su decadencia- han preferido crear un ecosistema simulado de democracia con Maduro (representante del que no necesariamente depende el régimen para prolongarse) y al que además le quedan muchos años para la decrepitud? ¿Cómo comparar el brazo que torció De Klerk a Mandela con el de Maduro y su fraude sistémico? Las comparaciones que escapan a la rigidez de algunos abundan, dejando sobre el tablero el uso de rutas poco convencionales para crear amenazas creíbles a los vástagos de Chávez.
Hay generalizaciones y vulgarizaciones que no brindan respuestas porque no se mojan en lo hondo del análisis, no escuchan el logos, como sí hace el tirano – o su equipo- para luego generalizar y vulgarizar maléficamente. Solo al comprender la naturaleza y orden del régimen que promueve el caos, podremos desestabilizarlo, pero primero hay que aceptar ver la fealdad de esta bestia hasta en sus entrañas.
Publicado en: https://www.lapatilla.com/2020/11/30/la-fealdad-de-la-bestia-por-andres-segovia-reporteroandres/
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Por Andrés Segovia @ReporteroAndres
Valera, Trujillo. - Resulta preocupante observar cómo se repiten en los centros y periferias globales discursos populistas que retoman con barniz de sofisticación las consignas de la "democracia total", enemiga de la representatividad y amiga de aquel maleable constructo que llaman El pueblo.
Pero ¿qué de negativo puede tener una "democracia total"? Se preguntarán los venezolanos que no aprendieron de la súbita desaparición de la Constitución de 1961 por una coyuntura política en 1999. Pues, nada más y nada menos que todo el peso avasallador de masas que buscan ideales y redentores, caracterizadas -hasta en países tops del desarrollo- por poder votar siendo poco hábiles o desinteresadas en comprender sus instituciones políticas y sus mecanismos.
Diferenciaba muy bien el ya fallecido, Ignacio García Hamilton en ¿Por qué crecen los países?, que "mientras en Francia –con quien Latinoamérica comparte y hereda mayor tradición institucional- la garantía de los derechos descansaba principalmente en la letra de la Declaración de los Derechos del Hombre, en los Estados Unidos la protección se fundaba en la separación de los poderes, en un sistema práctico de pesos y contrapesos y en control de la constitucionalidad por parte de los jueces". Esto último es algo muy engorroso e insuficiente para las siempre urgentes demandas mayoritarias.
Con la elección presidencial americana reaparecen las voces contra la representatividad, en este caso encarnada por el sistema de Colegios Electorales, producto de un intrincado entramado institucional que se ha sostenido más de 200 años.
Ya vemos a los analistas latinoamericanos de televisión diciendo, desde la superioridad moral automática que reviste ser de un terruño periférico, que la elección en el Norte no es lo "suficientemente" democrática y se requiere una “participación más directa de las mayorías” algo que suena mucho a la quimera de la “democracia participativa y protagónica” de la Constitución del 1999 precisamente porque parte de esas premisas.
Argumentan que falta un sistema de voto directo y mayorías simples para ser democrático, pero cuando hacen observaciones a los problemas estructurales de América Latina se toman solo de subterfugios históricos o coyunturales, saltándose olímpicamente las variables institucionales, como las hondas consecuencias que ha tenido el voto directo en las dinámicas electorales de nuestros centralistas regímenes presidencialistas.
En su mayoría creen que la solidez de las instituciones está solo en el deber y la norma, pero de ser así cualquier modelo político funcionaria sin más variable que le afecte. Definitivamente el papel lo soporta todo.
También escucharemos a voceros que sí hacen vida plena dentro de la política americana y piden hacer "menos complejo" el sistema. Arguyen que es necesario que el votante conozca cómo funciona todo, mas ese argumento es bastante débil y hasta puede alegarse en cualquier país.
Recordemos que en EE.UU. los ejercicios legales y políticos están basados en las costumbres locales. Un ciudadano que no conozca a grandes rasgos cómo funciona el sistema, lo hace básicamente por desinterés o falta de acceso a la información, pero casi cualquiera que se tome unos minutos para leer cómo funcionan los Colegios Electorales puede entender cosas la representación de los Electores Delegados por estado basados en el número de puestos en el Senado para dar sentido y peso a la federación en la elección presidencial.
Entonces ¿por qué hay grupos pidiendo hacer un cambio en el modelo de los Colegios Electorales? Detrás de la simplificación está la intención de hacer una política más populista -para grandes mayorías- y mucho más centralista desde el punto de vista político y administrativo -fórmula amenazante para un país presidencialista como ese- porque la búsqueda de los votos quedaría en los núcleos urbanos principales y eso repercutiría en un cambio de focalización de recursos e intereses estratégicos de los políticos, vaciando a la federación de contenido y peso, entre más cambios.
Otro argumento en contra de este sistema es que simplemente hay que cambiarlo para que sea como el de “los demás países”. Esto es una suprema levedad, en 1787 erigieron una Constitución con ese sistema ¿por qué abolirlo y no perfeccionarlo o seguirlo adaptando a los tiempos? Además, ¿cuáles son esos países a imitar? Porque si quieren ser como Suecia deberían reformar el Estado asumiendo un gobierno parlamentario, no se puede cambiar el sistema de elección partiendo de que nada más se afectaría.
Un supuesto fin del sistema de Colegios Electorales dejaría atrás un genuino legado político de los Padres Fundadores para la humanidad. El resultado tangible de su reflexión filosófica sobre la limitación del poder del Estado por medio de las mismas instituciones, algo brillante cuando vemos el regreso del encanto por los hombres fuertes o paraísos terrenales.
El temor legítimo que estaba tras la configuración de un modelo tan complejo fue llamado por Alexander Hamilton, en The Federalist, la "tiranía de las mayorías" porque ni los pueblos son “la voz de Dios”, ni la democracia es un fin en sí misma, en ella siempre yace la amenaza a las minorías.
Es un sistema que está hecho para que ningún poder, inclusive el de las mayorías, avasalle a otros. Por eso es que el llamado facilón de la política populista contra la representatividad solo puede abrir las Cajas de Pandora desinstitucionalizadoras de los borrones y cuenta nueva.
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Por Andrés Segovia | @ReporteroAndres
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Incendios subterráneos: Probable explicación al humo del páramo El Pajarito en Trujillo
13:30 1 comentariosRead More »
- viewing smart city initiatives as part of national level priorities;
- developing internet and telecommunications infrastructure to connect every citizen to the web;
- employing new technologies in all possible areas of service delivery, especially digital service delivery;
- with extensive usage of Information and Communication Technologies (ICTs) for improving the lives of citizens;
- with a focus on societal goals, like realising sustainability, better waste management and reducing pollution;
- utilising interdisciplinary approaches to study organisations and society to achieve national objectives (Gupta, 2019, p.3).
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Retrato en Palacio Federal. Autor: Pablo Wenceslao Hernández Zurita (1913). |
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- MobileMedia & Communication con 55 textos.
- New Media & Society, con 21.
- Convergence, 12.
- Journalism Studies, 11.
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