Mayores controles para gobiernos, no para los emprendedores
Por Andrés Anthonio Segovia. TW/IG:
@ReporteroAndres
Cuando
en un sistema de libre competencia -es decir, uno que no existe en Venezuela-
alguien no está de acuerdo con el precio o características de un bien o
servicio, simplemente no lo adquiere y compra otro o reemplaza. Esta situación se ha hecho imposible de
experimentar en una economía intervenida, inflacionaria e improductiva. Al no tenerse estas vivencias, se hacen
desconocidas y esto es muy beneficioso para el régimen porque ¿con qué
contrasto?
Los
veinte años de adaptación y los cuarenta anteriores de progresivo estatismo no
han pasado en vano para afianzar paradigmas de la regimentación del Estado
sobre la economía, algo propio de los socialismos. Los controles a la libre competencia son expresión de la
irresponsabilidad del régimen y a la vez son su sello político identitario
(ese que sustenta al chavismo no madurista, o los light). Ellos no renunciarán
al legado, así como mucho falso opositor no renunciará tampoco al estatismo
rentista a nombre una “vocación social(¿ista?)”.
Si
la hiperinflación la han provocado las políticas monetarias, fiscales y
reguladoras que han ahuyentado las inversiones. ¿Por qué controlar los precios?
¿Por qué imponer salarios desde el ejecutivo? ¿Por qué dar bonos? ¿Por qué dar
CLAP? La respuesta se puede resumir en que es la única estrategia que tienen
para fortalecerse y el legitimarse como régimen. Cual absolutistas, ahora el
Estado son ellos.
La
próxima vez que salga uno de esos asalariados o simples bonificados -que dicen
hablar de participación, protagonismo, poder de abajo hacia arriba, “del pueblo
pa’ Miraflores”, entre otras rimbombancias- a proclamar que hay que ponerle una
sanción a cada bodeguero y vigilarlos con militares si es necesario; será válido preguntarle sino sería más
eficiente que exigiese les hicieran eso a los altos regentes que ni siquiera
rinden cuentas en el Banco Central, ministerio de finanzas, a los ministros
de cada cartera “productiva” y hasta al que usurpa el ejecutivo; encargado
directo de dilapidar recursos de la nación y haber encabezado el proceso
hiperinflacionario y especulativo. Para esa propuesta seguro el enchufado,
asalariado o simple bonificado, seguro no creerá en controles, ni en sanciones,
ni el asunto participativo o protagónico.
Esta
situación es una metáfora sobre el estatismo imperante. Al criminalizar y
buscar socavar al emprendedor, es decir, la sociedad civil; toma mayor sentido
aquella frase de “no más dólares para los golpistas”, que pronunció Chávez al
instaurar el demoledor control de cambio. Expresión de un régimen todo poderoso
doblegando las fuentes de emancipación del ciudadano, del control del dólar al
CLAP y carnet, la ruta es completamente recta.
Nadie supedita al déspota
y este somete al emprendedor.
Mientras el bodeguero si mucho puede ser la primera opción de compras a unas
cuadras o sobre algunos bienes demandados, el tirano y sus camarillas tienen
control sobre la nación y todos los ámbitos de la vida de sus pobladores.
¿Notamos la asimetría de poder ejercido?
El
discurso de revancha que ha caracterizado al socialismo nos ha llevado a una
situación de enemistad cainiana, de desconfianza en todo ámbito y de rapiña
ante las carencias que se han exacerbado. La única alternativa antagónica al
oprobio es la promoción de las libertades o el aumento de contrapesos al poder
del Estado, no seguirlos legitimando.
Enfocarnos
en un discurso en favor de la libre empresa y competitividad, no sólo será
expresión de búsqueda de superación sino además la recuperación de nuestra
dignidad como humanos y fortalecernos como ciudadanos.
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