Las nostálgicas alegrías del Teatro Avenida


Por Andrés Segovia

Valera (25/03/2021). – Aún se percibe un aire a los ochenta tardíos, una restauración hace seis años ha mantenido la magra esencia arquitectónica cuadriculada y de colores vivos de la entrada a uno de los espacios de socialización indiscutibles para los valeranos de varias generaciones -especialmente para aquellos de los 70, 80 y 90- El Teatro Avenida.

 Ese era el nombre comercial con el cual la Escuela Técnica Salesiana “Santo Tomás de Aquino” pudo usufructuar, por medio de un arrendamiento, un formidable auditorio capaz de acoger dos centenares de personas e innumerables anécdotas.

A diferencia de su fachada exterior de ladrillos naranja, su interior es obscuridad encapsulada con un silencio rotundo capaz de sobrecoger con un cambio atmosférico radical. El impactante tránsito desde un pequeño compartimiento colorido hasta la magnánima solemnidad de una sala que aún hoy tiene alma de cine.

Un cine que “siempre estuvo allí”, dicen varios consultados -ya rumbo a sus cincuenta años muchos de ellos- para quienes el sitio era una pieza de urbanidad tan insoslayable como una plaza o una iglesia.

En aquellos recuerdos la vida luce rica siendo sencilla. Un portero apodado Kool aid bajó a trabajar desde el cerro Caja de Agua por décadas para criar sus hijos morochos y la familia Romero se las arreglaba para regentar desde la boletería hasta la pantalla siendo, usualmente, solo unos cuatro trabajadores.

El público no tenía problemas en hacer fila a un costado del estacionamiento cerrado para entrar, ya que en comparación con Cinelandia, el Cine Valera o, el también icónico, Teatro Libertad; era un sitio muy seguro para ubicarse y los estrenos eran sus pruebas de fuego.




“Las funciones entre semana tenían llenos totales, pero muchos estrenos de artistas grandes eran increíbles”, recuerda vívidamente, Yordán Fernández, quien creció como vecino del cine. “Cuando Kevin Costner hizo Robin Hood (1991) yo fui a la primera función para después echarle el cuento a los del liceo y molestarlos” dice risueño.

Otro asiduo cliente, Pablo Sánchez, dice que llegó a ver tres veces Fiebre de sábado por la noche (1977) solo para salir los domingos con amigos y muchachas. Rememora entre carcajadas como “cuando salió Rocky (1976), salió un poco de gente ¡echando coñazos en el estacionamiento!”.

Cada valerano asocia al Teatro Avenida con “cuando salió” esta o aquella película, evocando con la satisfacción de quien ha sido también parte del film. Protagonizando cada quien relatos alternos en los cuales Flashdance (1983) les inspiró coreografías o Steven Spielberg los hizo gritar con Tiburón (1975) en la primera visita al cine.

“Puedo decir que allí me formé como amante del cine”, cuenta el periodista Julio Urdaneta, quien ya a miles de kilómetros al norte y habiendo conocido muchas más salas, aún da mérito a la experiencia estética de aquella ventana a lo universal abierta desde tiempos en los cuales ni el Betamax existía.

Este edificio de características muy distintas a las de sus vecinos, era un centro del espíritu de cuerpo de una comunidad que desapareció con él, mientras también era un templo para la introspección desde la butaca.

Cerrada con la llegada del milenio y el arribo del multisalas Cinex, ningún consultado osó quejarse de esta sala. El cambio fue repentino para algunos, aunque se aceptó el avance. Mas en los campos de la nostalgia el progreso no es paliativo y menos para las añejas alegrías.


0 comentarios:

Mis DIVAGACIONES gráficas en Tumblr