Entrevista: El irreverente Javier Abreu





Todas sus notas biográficas lo presentan como un “poeta/fotógrafo valerano”,  nacido en Caracas. Con 57 años, 20 de matrimonio, dos hijos y cinco poemarios publicados; Javier Alfonso Abreu vive lo que predica… la irreverencia.

Andrés Segovia/Correo: andrulenon@hotmail.com @AndrulenonSeg

Medianamente subido de peso, con  abundantes pelos grisáceos en la cabeza y su muy característica barba, se asoma por el umbral de la puerta de su casa con clara curiosidad en la mirada, eso mientras brinda, con su grave tono de voz, la bienvenida. Este hombre moreno de fácil camaradería, cuyos vecinos tratan como el bohemio de la comunidad, anda por su sala, al igual que en la calle, con paso rápido, mas no ágil. Sus facciones enseñan  dureza,  pero sus  ojos muestras perspicacia e ingenio y sus labios están dispuestos a sonreír con cualquier chascarrillo que se le ocurra.

Con aires a taller artesanal, de esos donde abundan la madera y la pintura, en la sala de su casa hay una envidiable colección de pinturas de artistas trujillanos y de otras regiones. Son obras originales, y únicas en algunos casos, como dos cuadros obsequiados por “el hombre del anillo”, Antonio José Fernández, o amigos como Richard Terán y Eugenio Rivas, entre otros.

Próximos al ángulo de una pared, tres fotografías enmarcadas y puestas en hilera horizontal, muestran, cada una, curiosas escenas, en las cuales partes de la piel desnuda de una mujer, parecen verse delimitadas en su contorno por el sombreado extracto de un paisaje montañoso. Esos parajes son boconeses, y esos fotomontajes poseen toda la carga semántica propia de una obra poética. Como relató Yasmín Villavicencio al escribir para Abreu el segundo prólogo de su último poemario, Si pudiera volver (2011): “Javier acerca la poesía y el cuerpo, los cruza, desplazándose con interesantes matices imprecisos, con aparentes desproporciones, que suenan bajo la ilusoria incoherencia de una hermosa sonoridad atonal”.

“Tuve seis madres”

Nació en Caracas, el 15 de Agosto del año 1955. Su madre, María Juana Abreu Abreu, es definida como rebelde por su hijo, porque al ser la menor de ocho hermanas “querían que fuera maestra (como su tía Isabel, primer sostén familiar) pero ella deseaba ser enfermera”, y lo logró. Aproximadamente un año después de nacer regresan a Trujillo, sitio donde creció con sus “seis madres, mis tías”, quienes al ser distintas cada una provocaban un equilibrio de modelos, en un entorno en el que nunca se habló de “padre”. Analizándose notó que tampoco todos sus compañeros de estudio tenían un padre.

Javier Abreu está casado desde 1992, en segundo matrimonio, con Nuvia Uribe, trabajadora del área de cultura popular en la Alcaldía de Valera. Con ella tuvo un hijo (el menor) Javier Alfonso, y de su primer matrimonio concibió a Soul, el mayor. Para Abreu la familia “es la gente que tú amas, no es ni siquiera algo consanguíneo, es gente con la que convives… A la familia, la hace la relación”.

El poeta sigue una misma línea tanto con la familia, como con los amigos, y el amor es el elemento fundamental. “A un gran revolucionario lo mueven grandes sentimientos”, rememora del Che Guevara. Él puntualiza que  aunque no olvida las ofensas del pasado, tampoco éstas lo hacen sentir atormentado en el presente. Y ahora que tiene un hijo adolescente, dice que le tomó “toda la vida” comprender las preocupaciones de su madre.

Marxista desde los once

Dice haber crecido en una casa donde la figura del venezolano era personificada por Juan Bimba, del que dice haber sido fanático, hasta aprender con el estudio y experiencia que fue una “creación adeca”. No era el venezolano tradicional “que se vestía con camisas de lino y alpargatas, y no con liquilique y una sábana bajo el brazo”, sentencia así que “la democracia inventó una cultura nacional”.

 Por influencia de un primo, Freddy Caldera (comunista y seguidor de Sai baba), se acerca a la literatura marxista con sólo 11 años y asimila orientaciones pedagógicas dadas por los comunistas que le recomendaron leer, Lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri ; como su primer libro nacional. “Era una manera de conocer la historia mucho más real, que leyéndose a todos los que han escrito historia hasta ahora”. También comenzó sus lecturas con Máximo Gorki, Fiódor Dostoievski, Miguel Otero Silva, entre otros; hasta llegar a “tener dolores de cabeza con (Albert) Camus”, dice entre risas.

A partir de ese período Abreu se hace ateo y cree efectivamente que “la religión es el opio de los pueblos”, e incluso, las considera parte de un imperialismo cultural que se hace notar en religiones como la católica, evangélica, mormón,… entre otras, especialmente las provenientes de Estados Unidos. “Aunque uno como que cojea con la edad. El chamo (su hijo) me hizo decir ‘¡cónchale Dios mío! ¡Que me llame!’. Hace diez años no era capaz de decirlo. ¡Gracias a dios!”, expresa pensativo, en medio de la paradoja que crearon sus emociones.

Para este vehemente comunista, el materialismo dialéctico todavía da las explicaciones que necesita para sus vivencias y entorno. Por experiencia propia, “mucho plomo que he llevado”, considera que los militares no son confiables y los toma como un estorbo en el proceso revolucionario. A pesar de eso, se refiere fervorosamente al presidente Hugo Chávez, como “el comandante”. Para él “no muchos de los que están arriba en el Estado, son de concepción socialista”. A pesar de eso, dice mantenerse “en la línea del proceso”, porque cree que “este es el único gobierno de la historia que ha dado pasos hacia adelante” en la consolidación de un socialismo, que confiesa, sus ojos nunca verán consolidar.

 Lenguaje revolucionario

Estudió primaria en la escuela Eloisa Fonseca. Luego inició una turbulenta adolescencia, entre las décadas del 60 y 70, que lo hizo estudiar secundaria  por casi diez años. Su periodo universitario también tuvo tropiezos, pasando más tiempo en la literatura, llegó hasta el octavo semestre de Sociología, en la Universidad del Zulia (LUZ), Maracaibo.

Un lamentable accidente automovilístico en 1990 que sería un punto de inflexión en su vida, lo hace regresar a Trujillo y nunca más ha vuelto a vivir fuera de ésta región.

En la desgracia, ocurrida en La Victoria, estado Aragua, fallecen las poetas Esther María Osses, panameña, cofundadora de la Escuela de Letras de la Universidad del Zulia, y Edna Medina Patrick (compañera sentimental). Esta morena zuliana de cabellera rizada, ojos oscuros y mirada brillante.  Tan pronto el poeta recupera la memoria después de los golpes recibidos, será la inspiración de los poemas que luego serán parte de su cuarta obra, Princesa de Ébano, publicada en el 2010.

Ahora Abreu se centra en la poesía y ya tiene en su haber casi una docena de poemas y ensayos breves publicados. Como fotógrafo no ha recibido más contratos con la Alcaldía de Valera, por tanto trabaja “cuando alguien lo busca”. También se prepara para asistir en Yaracuy a un taller literario sobre propuestas poéticas. Este le exige presentar un poeta no conocido. El llevará un poemario de Rafael Ramón Quevedo Infante, “El Gato Quevedo”, uno de los últimos guerrilleros venezolanos muerto, en la masacre de Yumare, en los ochenta.
 En esa década las fotografías eran su pasatiempo de estudiante. Aún lo emociona recodar que en 1988 realizó su primera exposición individual “La locura de los cuerpos”, durante el VII Festival Internacional de Teatro, en Valera.

Al año siguiente publicó su primer poemario, Conversas con escusa (1989)… y sí, es escusa y no excusa. Todo hecho con un propósito innovador, la irreverencia misma con la vive su vida, está en su poesía.

No es juego su insistencia en la irreverencia. Inspirado por el poeta y dramaturgo ruso Vladimir Maiakovski (1893- 1930) va en contra de academicismos, pero reconoce que “para poder romper las reglas hay que conocerlas y dominarlas primero”. Sus poemas, e incluso textos en prosa, transgreden las normas gramaticales. Los párrafos pueden verse diagramados de modos diversos (en formas de escalera, triángulos, entre otros) pueden empezar en minúscula y hasta llegar a prescindir de las comas y puntos, provocando perplejidad en el lector. Todo esto tiene un fin que él llama, tanto en la poesía, como en la fotografía (con sus fotomontajes),“la irreverencia en las técnicas”.

Su poética está empañada de reflexiones de carácter global centradas en experiencias de profundo impacto sentimental. “Mi poesía –sustenta- es intimista y lo revolucionario esta en el lenguaje”. Afirma que  “los detalles son revolucionarios”, como esos puntos, o esas comas desaparecidas, o también ese paisaje trujillano oculto en los bordes de la mujer desnuda de aquel cuadro en la sala de su casa; todas esas son pequeñas irreverencias que con cada expresión, de cualquier tipo, son para Javier Abreu una acción revolucionaria.

 “Como a mí me gusta”
Abreu no oculta sus aspiraciones, una es “volver a fotografiar Valera y retratar las cosas feas” como denuncia. También tiene el deseo de montar una sala de edición audiovisual, así como el poder editar y completar  todo un inventario de toda su poesía  inédita. Entre sus sueños entra “un picadero”,  sitio donde la gente va a comer cosas rápidas sin que sea un restaurante, todo mientras conversan  y oyen música de  Creedence Clearwater Revival o Bob Dylan, “como la que a mí me gusta” aclara.







0 comentarios:

Mis DIVAGACIONES gráficas en Tumblr