Entrevista: El irreverente Javier Abreu
Todas sus notas biográficas lo presentan
como un “poeta/fotógrafo valerano”,
nacido en Caracas. Con 57 años, 20 de matrimonio, dos hijos y cinco
poemarios publicados; Javier Alfonso Abreu vive lo que predica… la
irreverencia.
Medianamente
subido de peso, con abundantes pelos
grisáceos en la cabeza y su muy característica barba, se asoma por el umbral de
la puerta de su casa con clara curiosidad en la mirada, eso mientras brinda,
con su grave tono de voz, la bienvenida. Este hombre moreno de fácil
camaradería, cuyos vecinos tratan como el bohemio de la comunidad, anda por su
sala, al igual que en la calle, con paso rápido, mas no ágil. Sus facciones
enseñan dureza, pero sus
ojos muestras perspicacia e ingenio y sus labios están dispuestos a
sonreír con cualquier chascarrillo que se le ocurra.
Con
aires a taller artesanal, de esos donde abundan la madera y la pintura, en la
sala de su casa hay una envidiable colección de pinturas de artistas
trujillanos y de otras regiones. Son obras originales, y únicas en algunos
casos, como dos cuadros obsequiados por “el hombre del anillo”, Antonio José
Fernández, o amigos como Richard Terán y Eugenio Rivas, entre otros.
Próximos
al ángulo de una pared, tres fotografías enmarcadas y puestas en hilera
horizontal, muestran, cada una, curiosas escenas, en las cuales partes de la
piel desnuda de una mujer, parecen verse delimitadas en su contorno por el sombreado
extracto de un paisaje montañoso. Esos parajes son boconeses, y esos
fotomontajes poseen toda la carga semántica propia de una obra poética. Como relató
Yasmín Villavicencio al escribir para Abreu el segundo prólogo de su último poemario,
Si pudiera volver (2011): “Javier
acerca la poesía y el cuerpo, los cruza, desplazándose con interesantes matices
imprecisos, con aparentes desproporciones, que suenan bajo la ilusoria
incoherencia de una hermosa sonoridad atonal”.
“Tuve seis madres”
Nació
en Caracas, el 15 de Agosto del año 1955. Su madre, María Juana Abreu Abreu, es
definida como rebelde por su hijo, porque al ser la menor de ocho hermanas
“querían que fuera maestra (como su tía Isabel, primer sostén familiar) pero
ella deseaba ser enfermera”, y lo logró. Aproximadamente un año después de
nacer regresan a Trujillo, sitio donde creció con sus “seis madres, mis tías”,
quienes al ser distintas cada una provocaban un equilibrio de modelos, en un
entorno en el que nunca se habló de “padre”. Analizándose notó que tampoco todos sus compañeros
de estudio tenían un padre.
Javier
Abreu está casado desde 1992, en segundo matrimonio, con Nuvia Uribe,
trabajadora del área de cultura popular en la Alcaldía de Valera. Con ella tuvo
un hijo (el menor) Javier Alfonso, y de su primer matrimonio concibió a Soul,
el mayor. Para Abreu la familia “es la gente que tú amas, no es ni siquiera
algo consanguíneo, es gente con la que convives… A la familia, la hace la
relación”.
El
poeta sigue una misma línea tanto con la familia, como con los amigos, y el amor
es el elemento fundamental. “A un gran revolucionario lo mueven grandes
sentimientos”, rememora del Che Guevara. Él puntualiza que aunque no olvida las ofensas del pasado,
tampoco éstas lo hacen sentir atormentado en el presente. Y ahora que tiene un
hijo adolescente, dice que le tomó “toda la vida” comprender las preocupaciones
de su madre.
Marxista desde los once
Dice
haber crecido en una casa donde la figura del venezolano era personificada por
Juan Bimba, del que dice haber sido fanático, hasta aprender con el estudio y
experiencia que fue una “creación adeca”. No era el venezolano tradicional “que
se vestía con camisas de lino y alpargatas, y no con liquilique y una sábana
bajo el brazo”, sentencia así que “la democracia inventó una cultura nacional”.
Por influencia de un primo, Freddy Caldera
(comunista y seguidor de Sai baba), se acerca a la literatura marxista con sólo
11 años y asimila orientaciones pedagógicas dadas por los comunistas que le
recomendaron leer, Lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri ; como su primer libro nacional. “Era una manera de conocer la
historia mucho más real, que leyéndose a todos los que han escrito historia
hasta ahora”. También comenzó sus lecturas con Máximo Gorki, Fiódor Dostoievski, Miguel
Otero Silva, entre otros; hasta llegar a “tener dolores de cabeza con (Albert)
Camus”, dice entre risas.
A
partir de ese período Abreu se hace ateo y cree efectivamente que “la religión
es el opio de los pueblos”, e incluso, las considera parte de un imperialismo
cultural que se hace notar en religiones como la católica, evangélica, mormón,…
entre otras, especialmente las provenientes de Estados Unidos. “Aunque uno como
que cojea con la edad. El chamo (su hijo) me hizo decir ‘¡cónchale Dios mío!
¡Que me llame!’. Hace diez años no era capaz de decirlo. ¡Gracias a dios!”,
expresa pensativo, en medio de la paradoja que crearon sus emociones.
Para
este vehemente comunista, el materialismo dialéctico todavía da las
explicaciones que necesita para sus vivencias y entorno. Por experiencia propia,
“mucho plomo que he llevado”, considera que los militares no son confiables y
los toma como un estorbo en el proceso revolucionario. A pesar de eso, se refiere
fervorosamente al presidente Hugo Chávez, como “el comandante”. Para él “no muchos
de los que están arriba en el Estado, son de concepción socialista”. A pesar de
eso, dice mantenerse “en la línea del proceso”, porque cree que “este es el
único gobierno de la historia que ha dado pasos hacia adelante” en la
consolidación de un socialismo, que confiesa, sus ojos nunca verán consolidar.
Lenguaje
revolucionario
Estudió
primaria en la escuela Eloisa Fonseca. Luego inició una turbulenta adolescencia,
entre las décadas del 60 y 70, que lo hizo estudiar secundaria por casi diez años. Su periodo universitario también
tuvo tropiezos, pasando más tiempo en la literatura, llegó hasta el octavo
semestre de Sociología, en la Universidad del Zulia (LUZ), Maracaibo.
Un
lamentable accidente automovilístico en 1990 que sería un punto de inflexión en
su vida, lo hace regresar a Trujillo y nunca más ha vuelto a vivir fuera de ésta
región.
En
la desgracia, ocurrida en La Victoria, estado Aragua, fallecen las poetas
Esther María Osses, panameña, cofundadora de la Escuela de Letras de la
Universidad del Zulia, y Edna Medina Patrick (compañera sentimental). Esta morena
zuliana de cabellera rizada, ojos oscuros y mirada brillante. Tan pronto el poeta recupera la memoria
después de los golpes recibidos, será la inspiración de los poemas que luego
serán parte de su cuarta obra, Princesa
de Ébano, publicada en el 2010.
Ahora
Abreu se centra en la poesía y ya tiene en su haber casi una docena de poemas y
ensayos breves publicados. Como fotógrafo no ha recibido más contratos con la Alcaldía
de Valera, por tanto trabaja “cuando alguien lo busca”. También se prepara para
asistir en Yaracuy a un taller literario sobre propuestas poéticas. Este le exige
presentar un poeta no conocido. El llevará un poemario de Rafael Ramón Quevedo Infante, “El Gato Quevedo”, uno
de los últimos guerrilleros venezolanos muerto, en la masacre de Yumare, en los
ochenta.
En esa década las fotografías eran su
pasatiempo de estudiante. Aún lo emociona recodar que en 1988 realizó su
primera exposición individual “La locura de los cuerpos”, durante el VII
Festival Internacional de Teatro, en Valera.
Al
año siguiente publicó su primer poemario, Conversas
con escusa (1989)… y sí, es escusa y no excusa. Todo hecho con un propósito
innovador, la irreverencia misma con la vive su vida, está en su poesía.
No
es juego su insistencia en la irreverencia. Inspirado por el poeta y dramaturgo
ruso Vladimir Maiakovski (1893-
1930) va en contra de academicismos, pero reconoce que
“para poder romper las reglas hay que conocerlas y dominarlas primero”. Sus
poemas, e incluso textos en prosa, transgreden las normas gramaticales. Los
párrafos pueden verse diagramados de modos diversos (en formas de escalera, triángulos,
entre otros) pueden empezar en minúscula y hasta llegar a prescindir de las
comas y puntos, provocando perplejidad en el lector. Todo esto tiene un
fin que él llama, tanto en la poesía, como en la fotografía (con sus
fotomontajes),“la irreverencia en las técnicas”.
Su poética está empañada de reflexiones de
carácter global centradas en experiencias de profundo impacto sentimental. “Mi
poesía –sustenta- es intimista y lo revolucionario esta en el lenguaje”. Afirma
que “los detalles son revolucionarios”, como
esos puntos, o esas comas desaparecidas, o también ese paisaje trujillano
oculto en los bordes de la mujer desnuda de aquel cuadro en la sala de su casa;
todas esas son pequeñas irreverencias que con cada expresión, de cualquier
tipo, son para Javier Abreu una acción revolucionaria.
“Como a mí me gusta”
Abreu no oculta sus
aspiraciones, una es “volver a fotografiar Valera y retratar las cosas feas” como
denuncia. También tiene el deseo de montar una sala de edición audiovisual, así
como el poder editar y completar todo un
inventario de toda su poesía inédita.
Entre sus sueños entra “un picadero”,
sitio donde la gente va a comer cosas rápidas sin que sea un restaurante,
todo mientras conversan y oyen música de
Creedence Clearwater Revival o Bob Dylan,
“como la que a mí me gusta” aclara.
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