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Primitivización política y control de la movilidad social en Venezuela

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Andrés Segovia/Correo: andrulenon@hotmail.com @AndrulenonSeg

 Movilidad social se denomina a cualquier desplazamiento que efectúan individuos, o grupos de ellos, dentro de un sistema socioeconómico. Por ejemplo, el aumento del nivel de ingresos de una persona, se denominaría cambio ascendente, o en viceversa, descendente en caso de empobrecer. Hay que dejar claro este concepto para entender como en Venezuela, y gran parte de Latinoamérica por muchos años, el Estado ha sido el elemento  intermediador directo de más peso en la movilidad social de sus sociedades.  Esto no ha dado buenos resultados porque, como es evidente, los sistemas socioeconómicos han asociado el ascenso social de los individuos a la maquinaria estatal, y no a auspiciar su espíritu innovador, el avance del libre conocimiento y acumulación de capitales.

En este país siempre (sin poner un periodo inicial) ha existido la solicitud “póngame donde hay (plata)”, el metalenguaje de esta frase, en este sistema, se interpretaría de la siguiente manera: "si quieres ascender sube en la escala amárrate lo más arriba posible de las jerarquías del Estado". Este es un fenómeno generalizado en las naciones pobres porque la ciudadanía tiene pocas alternativas de progreso independientes del poder político. Ese control de los medios de ascenso social (como prebendas, permisologías o leyes que regulen las dinámicas empresariales, el acceso  o preservación de empleos, educación, entre otras) es padre de un fenómeno que algunos expertos llaman  “primitivización política(1). Una política en la que la elección  de alternativas para el individuo está condicionada por la posible afectación de sus medios de ascenso, “si no apoyas al 'manda más' perderás la dádiva  el trabajo, un servicio, etc.”.

La relación clientelar gobierno-ciudadano, en sociedades con esta estructura, pueden llegar a estar muy arraigadas, e incluso, ser para la población un elemento legitimador de cualquier acción político institucional negativa de los gobiernos. Una muestra puede ser la atribución al poder ejecutivo de decisiones propias de un parlamento, o más allá, actuaciones indiscutiblemente arbitrarias de un gobierno.

Este tipo acciones, paulatinamente, pueden volverse más severas, con una ciudadanía que en su generalidad mira inmutable por el hecho de que sus medios (posibilidades de ascenso o movilidad social) se encuentran intervenidos o controlados por el mayor poder de coacción de la sociedad moderna, su estructura estadal.

Caricatura de Roberto Weil (Agosto 2010)



Pasar de un orden social, con poco bagaje en el trabajo institucional, de las relaciones clientelares a la instauración de un sistema autoritario; es algo que en casos como el cubano vino unido. Pero en casos como el venezolano, el progresivo autoritarismo nace de “una revolución pacífica y democrática” (como dijo alguna vez satisfecho, el ahora taciturno Jimmy Carter) y es consecuencia de un largo proceso histórico, más allá de los 200 años de república, en los que se inoculó la necesidad de tener un Estado que no dependiese de la producción de su ciudadanía, es decir, en lo posible económicamente autónomo, pero que fomentase el respaldo del “pueblo” (común denominador utilizado por todo populismo) congraciándole o asistiéndole en todo lo posible.

 Este tipo de administración es sostén de un Estado enorme, encargado de una burocracia concebida (en este caso) por un muy poderoso poder ejecutivo centralizado, y por consecuencia, hipertrofiado; cuyo resultado es ser caldo de cultivo de múltiples posibilidades de corrupción. En una estructura así, no es extraña la existencia de una pobreza estructural en todo ámbito de esa sociedad huérfana de un gobierno recto y centrado en su papel como apoyo, y no como regente todopoderoso.

La instauración de la democracia en 1958, por vez primera impulsada por civiles, en Venezuela utiliza como elemento de cohesión entre los diversos actores de la joven democracia, la repartición de los recursos de la renta petrolera. Así “la democracia venezolana se fundamentó en dos conjuntos de políticas públicas: el modelo de industrialización por la vía de la sustitución de importaciones (proteger al empresariado de la competencia foránea, paréntesis agregado en este texto) y una sustancial inversión de Estado en gastos sociales.” (Stambouli, 2002:144)

Esto atiza una dependencia estructural a los “ vaivenes” del petróleo por parte de todos los agentes de la sociedad venezolana (empresarios, sindicatos, educadores...). En un lamentable exponente del parasitismo estadal se transformó gran parte del empresariado venezolano, vinculado a los gobiernos por relaciones políticas como todos los gremios. Este sector no logró autonomía del Estado, volviéndose incapaz de desarrollar un proceso intenso de acumulación de capital, tecnología y organización eficiente. Por el período 1960-1975, el modelo venezolano cimentado en créditos públicos, subsidios a productos básicos, servicios sociales gratuitos y generación de empleos públicos (Stambouli, 2002:142) pareció eficaz, pero la racionalidad económica se impuso y mostró la insostenibilidad del sistema populista de Estado Benefactor petrolero (vivo con fuerza actualmente, inclusive, en la cultura política de la oposición venezolana).

La traumática caída de este modelo, en la década del ochenta, no significó que haya muerto en la imaginación que sustenta el discurso político de la nación. Este renace con fuerza arrolladora en los años noventa con un engendro de la anti-política, nuevo adalid del socialismo latinoamericano, llamado Hugo Chávez. El ascenso de su autoritarismo ha sido vertiginoso y a la vez paulatino en estos últimos años. Ha provechado el legado de intervención estadal en los medios de emprendimiento individual que tiene la ciudadanía, por medio del condicionamiento de la conciencia o cultura política de la dependiente población, "primitivizando" el desenvolvimiento sistema democrático.



Referencias bibliográfias:
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(1) Termino utilizado en la entrevista "Hablan Edgar Gutierrez y Alfonso Molero" realizada por Nelson Rivera. Publicado en el Diario El Nacional, cuerpo Papel Literario del 11 de noviembre del 2012.

Stambouli, Carlos.(2002) La política extraviada. Caracas, Fundación para la cultura urbana.





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La búsqueda de la ética informativa

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Correo: andrulenon@hotmail.com @AndrulenonSeg 

Pariente de un recluso de la prisión El Rodeo II reza tras los últimos hechos de violencia en Caracas (AFP).


En el artículo “La ética informativa, ausente Ernesto Villanueva profesor del Programa Iberoamericano de Derecho de la Información de la Universidad Iberoamericana, en México D.F., da su opinión de cómo el tratamiento periodístico necesita para informar, de un mayor sostén ético.

De este modo, rescata puntos básicos en los que se puede estar totalmente de acuerdo, pero en caso de la realidad comunicacional venezolana mis breves comentarios acentuarán su mirada en ciertos aspectos, que no son netamente la ausencia de ética. De todos modos, el objetivo de evitar la espectacularización para hacer medios éticos y oportunos al mismo tiempo es algo que debe buscarse siempre.

La primera reflexión del autor (A) es “no se debe optar por el silencio informativo”, esto es algo de especial significación para Venezuela luego de que un canal de televisión informativo Globovisión fuera multado por el gobierno nacional por cubrir los alzamientos carcelarios de los retenes del Rodeo I y II en el 2011. La causa de la multa fue por provocar, con la información, “zozobra” en la teleaudiencia. Pero como respondería Villanueva:

La ausencia de información, en lugar de generar tranquilidad, hace nacer el rumor, las noticias no confirmadas y, a final de cuentas, el efecto es contraproducente en el público, que termina desinformado, si bien por excepción, cuando hay vidas humanas en peligro, el silencio se convierte en un mal necesario para los medios que debe ponderarse en su justa dimensión”.

En los sucesos del Rodeo, la vida de los reos estaba en juego dentro del penal. Además,   la sociedad necesitaba tener información (sobre todo con el silencio de los medios públicos). También el medio buscó en lo posible (como expone la preocupación B del articulo) decir las fuentes de sus informaciones, a pesar de haber sido escasas por causa del silencio de las autoridades sobre los acontecimientos.

Con respecto a ese canal, y las demás reflexiones del artículo, entra algo más a tomar en consideración, y esto es lo que muchos teóricos de la comunicación recomiendan, como un factor sincerador, que los medios tengan sus propias líneas de opinión, su propia perspectiva para no engañar con la falsa concepción de objetividad. Ahora en el punto del tratamiento de las informaciones relativas a hechos como el de ese recinto carcelario, o el terrorismo  (paradigma tomado por el autor), creo que sí es acertado y oportuno aplicar especialmente las reflexiones C y D. En la C “los medios de comunicación no deben convertirse en rehenes de los terroristas y deben abdicar de presentarse asépticamente” y en la D “los medios no deben explotar las debilidades orgánicas de la mayor parte de la sociedad para satisfacer sus intereses mercantiles” así que no pueden explotar el morbo sobre todo en algo en lo que hay muchos factores de afectación humana.

Conforme lo anterior entraría la reflexión E en la cual los medios deben respetar el derecho a la propia imagen de actores, familiares, rehenes y testigos de hechos como los ejemplarizados. Pero agregaría la aclaratoria de que cada uno de estos actores se muestran por si solos con arreglos, o no, de su parte. Es decir, el cómo se presenten es asunto de ellos, el medio sólo debe mediar, pero no podemos olvidar que todo será una interpretación de la realidad con sus propias particularidades.

·         Artículo: Villanueva, E. La ética informativa, ausente. http://www.saladeprensa.org/


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